domingo, 13 de febrero de 2011

La extensión del materialismo

Muchas veces me pregunto qué me hace ser distinto a los demás. Efectivamente todos lo somos, pero yo cada día que pasa me siento más alejado de un mundo que parece encaminarse hacia su ocaso, o tal vez no. Está claro que los seres humano tenemos que cambiar en muchas cosas, somos una especie joven para el universo y tal vez por eso éste nos brinde la oportunidad de seguir creciendo, aunque muchas veces nos equivoquemos.

Hay algo que me llama mucho la atención, y lo veo día a día en muchas situaciones, incluso yo he de admitir que también me he visto contaminado por esto. La idea es simple, las cosas no se valoran en su momento. Es una gran contradicción que en el momento que tenemos algo no lo valoremos lo suficiente y sólo con su pérdida nos damos cuenta de su verdadero valor. En psicología creo que se conoce como principio de escasez. De todas formas esto es aplicable a muchos contextos. En términos de relaciones de amistad o pareja podemos encontrar muchos casos. Pero creo que hay que intentar mirar por encima de nuestras cabezas y ver en qué mundo vivimos.

Prueba esto, pon la televisión, sal a dar un paseo por el centro de la ciudad o escucha la radio. Nos exponemos a un gran bombardeo de anuncios sobre nuevos objetos, productos, herramientas y todo tipo de artilugios que en su mayoría no son útiles para nosotros. Ahora cómprate uno, por ejemplo ese ipod verde o esa blackberry para hablar con tus amigos. ¿Qué ocurre dentro de dos años? Que esos objetos se han quedado viejos y necesitas sustituirlos por otros. La felicidad no existe como tal, pero se intenta transformar en una idea de cambio constante. Para ser feliz tienes que tener lo último, comprar, usar y tirar. Aprendemos que lo que nos hace estar felices un día no servirá para dentro de un año, o incluso dentro de menos tiempo. ¿Cómo aprender a valorar las cosas en un mundo en el que cada día aparecen cientos de cosas nuevas?

Ahora extiende esta reflexión a las relaciones con los demás, utilizaré el ejemplo de las relaciones de pareja. Hemos pasado de una concepción sobre el amor en el que había que estar toda la vida con una persona a otra en la que debemos ir cambiando, ser libres y dejarnos llevar por las experiencias ya que la vida es corta. No es cuestión de situarnos en un polo o en el otro, simplemente hay que valorar lo que se tiene. Y sobre todo valorar aquellas cosas que dejamos escapar todos los días. Una conversación, una sonrisa, un paseo, un atardecer... , tantas cosas como experiencias queramos. Nadie es dueño de decidir qué cosas nos pueden hacer felices, por eso somos nosotros los encargados de encontrarlas. Y nunca hay que olvidar que las personas son distintas al resto de elementos que podamos crear. Somos insustituibles, no somos un objeto ni una pieza más en la vida de los demás, por lo menos para aquellos que les importamos.

Por ello, es mejor darse cuenta de las cosas que tenemos, cuidarlas y disfrutarlas todo lo que podamos. De esta manera, en el lamentable caso de haberlas perdido, no nos arrepentiremos de no haber hecho todo lo posible para que permanecieran a nuestro lado.