domingo, 13 de noviembre de 2011

La niña y la luna

La niña quería acariciar la luna, pero no podía. Todas las noches la miraba con una mezcla de fascinación y melancolía. Era tan bella como el crepúsculo que anunciaba su salida. Su blancura iluminaba los oscuros ojos de la pequeña. Sentada sobre un manto de hierba la contemplaba cada noche. A veces era muy pequeña, pero cada día iba creciendo hasta convertirse en una gran esfera. En esas cálidas noches del mes de Agosto, cuando la luna era llena, la niña se encontraba radiante de felicidad. Quizás se hiciera tan grande que por fin podría alcanzarla, pensaba ella. Pero al siguiente día estaba mucho más pequeña. El sueño se desvanecía con la misma rapidez que surgían las lágrimas de sus diminutos ojos. Pero en cuanto volvía a verla crecer, su llanto se tornaba en una sonrisa. Cada noche estará en el mismo lugar, mirando al cielo. A veces estará triste, otras veces estará radiante de felicidad. Lo importante es que nunca renunciará a su sueño y permanecerá contemplándola, hasta el día que la luna decida acogerla entre sus brazos.

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