domingo, 6 de mayo de 2012

¿Príncipes azules?

Él la conocía bastante bien. Realmente el adjetivo bien podía quedarse corto. Había compartido con ella numerosas tardes de sonrisas y alegrías. Paseos bajo los rayos del sol y las gotas de lluvia. Muchos cafés en distintos bares, muchas conversaciones... Un universo de pequeñas historias que le hizo descubrir lo que realmente pensaba y sentía sobre cualquier tema de la vida. Él en un principio sólo la veía como una amiga. El cariño rodeaba aquella bonita amistad. Él no era una persona que ligara demasiado, siempre lo dejaba en un segundo plano. Ella tenía mala suerte con los chicos. "Sólo quiero un príncipe azul"... Esa frase se la dijo numerosas veces tanto sonriendo como llorando. "Sólo quiero que me traten bien, estoy cansada de siempre lo mismo". Él no entendía como siempre se equivocaba... estaba todo muy claro. Era el mismo tipo de chico el que le gustaba. Divertido, fanfarrón, con toques de superioridad... pero sobre todo alguien que la veía muy inferior, que para esa persona ella sólo era un clinex con el que divertirse hasta que se desgastara. Cuantas noches tuvo que abandonar el mundo de los sueños para atender a las llamadas de ella.

Cuántas veces puso su hombro y escuchó aquellas experiencias que resultaban tan repetitivas como infantiles. Era una y otra y otra vez lo mismo. Él no lo terminaba de entenderlo. Siempre le decía que tenía que fijarse en otro tipo de chico, que se fijara en cómo le habían ido las cosas. Ella se tranquilizaba y suspiraba. Alguna vez le dijo "Tú si que eres el novio perfecto, ojalá estuviera con algún chico como tú". Él nunca supo cómo interpretar eso. Es cierto que no era la primera ni sería la última chica que le dijese que sería la pareja perfecta, o por lo menos un buen candidato. Pero él estaba solo. Para él era una sensación extraña el estar rodeado de halagos que no se traducían en nada más que en un sinfín de ilusiones y sueños rotos. Cada vez que conocía a una chica se daba cuenta de que era totalmente opuesto a lo que una chica quería. Cada vez que salía de fiesta se daba cuenta de que era el último de sus amigos que se quedaba sin ligar, o incluso el único que no lo hacía. Todo el mundo señalaba que era una buena persona, que era buen partido y que físicamente no era para nada feo.

"¿Qué me pasa?" se preguntaba él una y otra vez sin poder dormir. "¿Por qué si tengo tantas cosas buenas no gusto a nadie? ¿Por qué los chicos que tratan fatal a las chicas acaban rodeados de ellas?" Sus dudas se fueron desvaneciendo con el paso del tiempo. Poco a poco se dio cuenta como funcionaba la sexualidad de la mujer. Se dio cuenta de que el gran error era utilizar lo que él pensaba que le haría sentir feliz a una mujer. Tratarla bien, apoyarla, escucharla... todo eso eran cosas que realmente hacen sentir feliz a una mujer sí, pero también consiguen que te vean tan varonil como a un bebé. Había pocas posibilidades de gustar a una mujer si las trataba de manera natural. La gran mayoría le veía como un buen amigo, un apoyo, o como mucho una almohada a la que abrazar antes de dormir. Mientras tanto veía a los chicos que se llevaban a las chicas que le interesaban. Todos eran iguales. Sólo se encargaban de bajar el autoestima de ellas, de vacilarlas, zarandearlas emocionalmente y por arte de magia ellas se desvivían una y otra vez por aquellos maltratadores emocionales. "Sé que no es el mejor chico del mundo... Sé que es un cabrón... Pero es que me da muchísimo morbo" "Seguro que conmigo será distinto"...

Él empezó a relacionarse con otro tipo de chicas. Chicas que lo habían pasado mal y que estaban cansadas de malas experiencias. Chicas llenas de inseguridades, de problemas psicológicos y que exigían a su nueva pareja diez veces más que a cualquier experiencia anterior. Pero ellas se engañaban a sí mismas. Seguían sintiendo esa extraña atracción hacía el mismo patrón de chico. Sin embargo, se resignaban a volver con ellos debido a todo el dolor y sufrimiento que padecieron. No era un cambio, era una resignación. Él tenía ante sí un gran problema, una persona destrozada que estaría con él por conformismo. Y lo peor de todo es que en cualquier momento podría escapar hacia lo que siempre le había gustado.

Él pensó y pensó. Viajó, conoció, maduró y llegó al punto de darse cuenta de que su forma de ser era así. Podría modificarla para ligar. Podría modificarla para acostarse con cualquier chica, pero era incapaz de hacerle daño o de desestabilizar a una chica que quería. Llegó a la conclusión de que lo que él entendía como amor era eso: estabilidad y cariño. Muchas veces la gente confunde la estabilidad con la monotonía. Es un grave error porque son elementos que pueden ser totalmente contrarios. Un ejemplo es una buena amistad. Dicen que los amigos duran toda la vida, y nadie quiere tener a uno sin saber realmente lo que siente o hace por él. Por eso él decidió no cambiar. Él era así y seguiría conociendo chicas y teniendo experiencias. Sabía como muchas de ellas finalmente se irían hacia otras fronteras. Sabía que muy pocas podrían valorar y buscar realmente lo que él quería. Sin embargo, cuando llegara sería eternamente feliz. ¿La diferencia? La verdadera felicidad es aquella que reside en la estabilidad. Todas las chicas que conocía que estaban con chicos que las desestabilizaban emocionalmente no eran felices. Se sentían muy atraidas y su vida era un verdadero descontrol de lágrimas, sonrisas y orgasmos. ¿Podían ser  felices ante ese estado de sumisión? La respuesta era un rotundo no.

Cuando él finalmente encontró a ella pudo disfrutar de todo lo que no pudo hacer anteriormente. Tuvo tantos orgasmos y experiencias sexuales como el más famoso de los actores pornográficos. Disfrutó de cada instante, de cada segundo, de cada atardecer... Envejeció y finalmente murió junto a alguien que le quería y que le valoraba desde el primer minuto.Sin embargo, el resto de chicas que conoció vivieron sus relaciones entre cuernos y miserias y envejecieron bajo la tristeza y resignación.

Moraleja: Las reglas del amor no funcionan bajo ninguna lógica pero la única manera de ser verdaderamente feliz en este campo es encontrar a alguien que le ponga lógica al amor.

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