viernes, 20 de enero de 2012

No tenía nombre

No tenía nombre, eso no importaba. ¿Qué es un nombre? Una simple palabra bajo la que identificarnos, una mera etiqueta..., nunca me gustaron las etiquetas. Nos cruzábamos en algunas calles pero sus ojos nunca se paraban a responder el saludo de los míos. Un extraño mirando a otro extraño, a veces funciona, pero la gran mayoría de las veces solo una de las partes es la interesada en romper la lejanía. Sé que jamás podré saludarla, sé que jamás podré conocerla, el destino es una fuerza que se escapa de muy pocos libros y televisores. Los encuentros fortuitos son complicados para las calles y parques de la ciudad, sin embargo son sencillos para los bares y discotecas. Si te encontrara en un lugar de copas y me acercara a conocerte quizás me recibirías con una sonrisa, pero si te saludara en un parque pensarías que soy un loco, lamentablemente no frecuento los primeros sitios.

Dejamos de conocer a personas interesantes a cada paso que damos, nos cruzamos con tantos cada día, cada tarde, cada noche. Cada uno con sus sueños, ilusiones, miedos, amores…

Quizás sus ojos también querían conocer los míos, pero las barreras de la sociedad impidieron que el encuentro se produjera. No será ni la primera ni la última vez que pase, probablemente las personas más interesantes para nuestras vidas son aquellas que jamás hayamos conocido. Quizás nos enamoremos de quien podamos y no de quien realmente nos gustaría. Si evitáramos las normas, si evitáramos la frialdad, si diéramos un paso a nuestros sentimientos y nuestros impulsos probablemente nos equivocáramos en multitud de ocasiones, pero un solo acierto sería capaz de cambiar por completo la vida de cualquiera de nosotros.

1 comentario:

Unknown dijo...

Humm yo hubiera terminado diciendo que un solo acierto cambia por completo la vida de cualquiera